Capítulo treinta y cuatro.
-Miami.-
- ¿Ya estás? - Preguntó mi hermano desde el otro lado de la puerta.
- ¡Ya Voy! - Exclamé frustrada. Ahora no podía cambiarme en paz. Terminé de colocarme mi gorrito de lana y ya estaba lista.
Me había puesto un jean azul, unas botas negras con muy poco taco, una remera mangas largas lisa y un tapado blanco, para cubrirme y protegerme del frío. Terminé de ponerme un par de guantes y tomé mi valija, para luego salir de mi habitación e ir directo hacia el aeropuerto con Chris.
- ¿Llevan todo lo necesario? - Preguntó mi madre por décima vez. Me daba pena dejarla, pero necesitaba descansar y conocer lugares nuevos. De todas formas no se iba a quedar sola, tiene su novio que la va acompañar en todo.
-Si mamá, tenemos todo. Ahora si nos permites debemos irnos, ya llamaron a nuestro vuelo. - Dije, para luego depositarle un gran beso en su mejilla derecha y un gran abrazo, para luego poder seguir con nuestro camino.
- Vamos toma solo una copa más. - Exclamó Lil sosteniendo dos vasos de Vodka. Si más bien lo recuerdo, había tomado como si fuera agua.
Todo me daba vueltas, no podía reconocer en donde estaba, pero eso no me impedía que tomara u
Vaso más de la bebida. La tomé entre mi mano izquierda e hice fondo blanco.
Vi como dos muchachas venían aproximándose hacia la mesa donde nosotros estábamos. No eran hermosas, pero tenían un cuerpo que cualquier hombre caía embobado a sus pies. Y yo no era la excepción.
-Hola lindura. - Dijo la chica más baja de estatura, igual era más alta que yo.
-Ho…ola. - Dije. Traté de articular, pero no podía, ya que, la bebida estaba haciendo efecto en mí.
No se cómo pasó, pero de un momento a otro pero la joven se encontraba manejando mi auto. Joder sí que estaba perdido. Me dolía la cabeza como nunca, ya no veía doble gracias a dios, pero no me encontraba en mis cinco sentidos.
-Vamos bebé aceptemos la propuesta - Exclamó la rubia. No era rubia natural, pero era una rubia teñida o castaña. No logré distinguir por la escasa luz de las calles de Miami, de todas formas no me importaba.
-Bueno. - Dije no muy convencido. Correr una picada en medio de las abandonadas calles de Miami, no me gusta mucho la idea, pero si no me queda otra alternativa.
No es por miedo que me agarre la policía, si no que tengo miedo de atropellar alguna persona indefensa que se le ocurra cruzar la calle.
¿Qué más da?
Subí a mi auto en la parte del conductor y lo encendí, haciendo que el motor rugiera lo más fuerte posible, para demostrar que Bieber siempre gana. Tres personas más ubicaron sus coches al lado del mío e hicieron lo mismo que yo.
Ya estaba todo listo. Iba a competir en una picada absurda. No había vuelta atrás.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario